miércoles, 30 de octubre de 2013

Artículo El humor de los clásicos. Historias que fueron escritas para ser contadas.

En este artículo se resalta la importancia de la oralidad en los cuentos tradicionales, la

relevancia de esa voz que permitió a la ficción viajar durante miles de años, mientras la

moldeaba a su antojo según se proyectara desde un cuerpo u otro, haciendo despertar la

imaginación de una manera única en cada momento.

Por ello, el autor entiende el rumor como ese murmullo que relata una antigua historia que

creemos conocer pero que siempre nos acaba sorprendiendo. Justamente ese rumor es el que

se encuentra en la mayoría de los clásicos para niños, son esas voces que nacen de nuestra

imaginación cuando leemos. De igual manera que El peine del viento (obra forjada en hierro

de Chillida en forma de garfios) filtra los sonidos procedentes del mar para hacer llegar a cada

persona un sonido distinto, el rumor de esas historias narradas en los clásicos llegan a cada

individuo peinadas por el transcurso del tiempo con un significado propio y característico.

Así destaca, de entre muchos, las obras de Lewis Carroll y Perrault por ser las historias de

Alicia y de Caperucita Roja variaciones orales de cuentos tradicionales, que más tarde se

transcribirían. Añade junto a estos otros autores que cabe resaltar como Edward Lear, Edith

Nesbit y Robert L. Stevenson al ser todos ellos responsables de representar la niñez en sus

historias como pura inocencia capaz de ver la realidad distinta. Una vez más se alcanza a

recordar el rumor que nos separan de aquel tiempo de niñez, el cual tiende a alejarse cada vez

más de nosotros. Ese rumor que igual que el cocodrilo del que se pretende alejar Peter Pan,

protagonista de la obra de James Matthew Barrie, avisa con su tic-tac del rápido transcurso del

tiempo.

Muchos otrs textos como Las aventuras de Pinocho de Carlo Collodi o El mago de Oz de Lyman

Frank Baum tuvieron origen también en la narración popular de carácter oral. Todos fueron

pensados para ser proyectados, bien fueran contados o leídos en voz alta, de manera que

el rumor que surgiera de ellos se viera involucrado con los sonidos del contexto y las voces

derivadas de la imaginación; llegando a ser la voz que surgiera del texto, como decía Henri

Michaux, su propia metáfora.

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